¿Te gusta el café?

¿Te gusta el café? Entonces sabrás que si no sueles tomarlo a diario, notarás rápidamente la excitación de tu sistema nervioso y te sentirás más despierto (puede que incluso algo inquieto).
Pero, ¿qué ocurre si lo tomas todos los días? Al cabo de un tiempo, la curva de su efecto energetizante ya no será tan grande e irá descendiendo paulatinamente conforme tú te vuelves más tolerante a él. Entonces, ¿qué solemos hacer? Tomar más dosis, quizá tomemos más tazas al día o busquemos cafés con una intensidad más fuerte, buscando que nos dé la energía que deseamos. Y puede que lo consigamos, durante un tiempo. Pero luego de nuevo el cuerpo se acostumbra y al cabo de un tiempo nos deja en la misma situación que antes.
¿A cuántas personas conoces (y quizá seas una de ellas) que son adictas del café y cuando les preguntas si les hace efecto, responden con un: "Buf, no me hace nada, quizá unos minutos, pero luego se me pasa". La pregunta lógica sería: ¿Entonces, para qué seguimos tomándolo (aparte del hecho de que nos gusta el sabor)? Porque lo hemos convertido en una costumbre, forma parte de nuestro día a día y seguimos acudiendo a él al levantarnos por las mañanas, después de la siesta, antes de ir a trabajar e incluso mientras trabajamos, etc.
Fíjate, así funciona el ser humano con cualquier cosa. Deseamos algo, lo conseguimos, nos hace ilusión durante un tiempo, mejora nuestras vidas en algún aspecto (o eso creemos), nos apegamos a eso y al cabo de un tiempo empieza a perder su atractivo o ya no nos hace sentir como antes. Buscamos más de lo mismo o lo mismo pero más fuerte, o puede que busquemos otra cosa para llenar una necesidad que creemos tener. Nos volvemos unos adictos a todos los niveles (físico, emocional y mental), aunque el origen de toda adicción está en nuestra mente, que crea una necesidad, surge el deseo de satisfacerla y salimos corriendo al mundo para buscar el objeto, situación o persona que pensamos que la satisfará. Pero después del subidón inicial, siempre viene el bajón. No nos basta, queremos más y mejor.
Y así, la rueda de la necesidad - deseo - objeto/situación/persona - subidón - bajón se retroalimenta en sí misma, pero nosotros nunca llegamos a sentirnos verdaderamente plenos y en paz. ¿No será que lo que buscamos no nos lo puede ofrecer el mundo? ¿No será que hay algo en nosotros capaz de satisfacer totalmente todas las necesidades que creemos que tenemos? Para darnos cuenta de si esto es cierto, debemos hacer un examen minucioso en nuestra mente y mirar detenidamente nuestros pensamientos, para darnos cuenta de que si tiramos del hilo de cada necesidad diferente, encontraremos el mismo deseo que les da origen - la búsqueda del Amor.
Pero para sentir Amor, debemos cultivar la serenidad en nuestro interior, pues Éste solo se hace presente cuando estamos en paz y no en conflicto, donde rápidamente queda velado por un montón de pensamientos fútiles que nos llevan a la búsqueda frenética de placer. Búsqueda, que siempre nos lleva a la frustración y desesperación.
Desi Atanasova , Psicóloga y Terapeuta del Perdón